16.10.2025 - 13:22h
El Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) ha vuelto a dejar en evidencia a la Federación Ecuatoguineana de Fútbol (FEGUIFUT), esta vez por su manejo caótico del caso Jean Paul Mpila, exseleccionador nacional femenino.
El máximo tribunal del deporte ha cerrado el expediente CAS 2025/A/11108 con una decisión clara: la FEGUIFUT actuó de mala fe y deberá pagar los costos del arbitraje, además de una compensación millonaria al técnico congoleño y a la FIFA.
El panel, presidido por el abogado neerlandés Manfred Nan, no se anduvo con rodeos: calificó la conducta de la federación como abusiva, después de que esta solicitara una audiencia y retirara su apelación menos de 24 horas antes de su inicio, dejando a todas las partes con los gastos y la organización ya hechos.
Según la resolución, que hemos tenido acceso, la federación deberá abonar más de 300 millones de francos CFA a Mpila en salarios pendientes e indemnización por despido injustificado, más intereses desde 2020. Algunos cálculos elevan la cifra a casi 400 millones cuando se suman los costos procesales.
Todo esto, por un contrato que la FEGUIFUT nunca cumplió.
Y por un litigio que pudo evitarse si se hubiesen respetado los compromisos desde el principio.
El caso comenzó en 2022, cuando la Cámara de Estatuto del Jugador de la FIFA falló a favor de Mpila por incumplimiento contractual. La federación, en lugar de acatar la decisión, optó por apelar… para luego retirarse en el último minuto. Resultado: una factura millonaria y una mancha más en su historial jurídico.
Lo más preocupante no es solo el dinero. Es la imagen.
Otra vez, Guinea Ecuatorial aparece en los despachos de la FIFA y del TAS como ejemplo de mala gestión, improvisación y falta de seriedad institucional.
Mientras tanto, el país sigue sin una liga nacional estructurada, sin planificación para el fútbol femenino, y con selecciones que sobreviven entre promesas vacías y crisis administrativas.
En sus comunicados, la FEGUIFUT ha intentado desviar la atención, anunciando denuncias contra exdirigentes y el propio entrenador por supuesta malversación. Pero la realidad es simple: el TAS ha hablado, y la federación ha perdido.
Este nuevo revés debería servir para reflexionar. No se puede seguir dirigiendo el fútbol nacional como si fuera un club privado. No se puede hablar de desarrollo mientras se acumulan sanciones internacionales.
Este nuevo golpe no puede quedar en el olvido ni reducirse a un simple titular. El fútbol ecuatoguineano necesita una limpieza real, no comunicados defensivos.
Es hora de que la FEGUIFUT rinda cuentas, no solo ante los tribunales, sino ante los propios aficionados.
Porque el fútbol no pertenece a los dirigentes, sino a un pueblo que ya está cansado de pagar los errores de unos pocos.