17.09.2025 - 10:03h
La Casa Gris, como se conoce a la FEGUIFUT, está atravesando un proceso electoral manchado por denuncias de falsificación de documentos, asambleas ilegales y destituciones a conveniencia, según se ha podido denunciar. Y cuando un balón empieza a rodar sobre un campo regado, difícilmente puede esperarse un juego limpio.
El vicepresidente Nguema Obiang Mangue lo dijo claro en su cuenta de X (Twitter); la falsificación es un delito, y los responsables deberán responder ante la justicia. Es un mensaje fuerte y necesario. Pero la pregunta que muchos nos hacemos es: ¿por qué hemos llegado a este punto? ¿Por qué una institución que debería inspirar a los jóvenes, motivar a los aficionados y representar el orgullo nacional, termina convertida en un tablero de intereses personales?
La Federación Ecuatoguineana de Fútbol lleva demasiado tiempo atrapada en una red de irregularidades, y lo que hoy estalla con denuncias de falsificación de documentos no es más que la punta del bloque. La Casa Gris está podrida por dentro, y fingir lo contrario sería mentirse a uno mismo.
De igual Nguema Obiang Mangue, lo dijo sin rodeos: falsificar actas y manipular un proceso electoral no es un simple error administrativo, es un delito. Y no hablamos de un delito cualquiera, sino de uno que hiere la confianza de los aficionados y de todos los que todavía creen que el fútbol puede ser un espacio de unión. Si a alguien le sorprende que esto ocurra, es porque no ha querido ver la realidad; porque la FEGUIFUT se ha convertido en terreno fértil para intereses personales, luchas de poder y manejos turbios.
Los votantes siempre han permitido que personajes con más ambición que compromiso se adueñen de una institución que debería estar al servicio del deporte, no de sus bolsillos ni de sus egos. Y lo más grave es que este no es un caso aislado. Cada vez que la federación aparece en los titulares, es por escándalos, y en pocas veces por logros deportivos, que hasta ahora ni se cuales son.
El fútbol en Guinea Ecuatorial no solo es deporte; es identidad, emoción compartida, la excusa perfecta para que un país entero se una bajo los mismos colores. Cuando se juega con esa ilusión, se juega con la esperanza de miles. De ahí, la frase "cuando juega Nzalang, jugamos todos".
La resolución del Ministerio de Deportes que anula el proceso electoral es apenas un primer paso. Pero no se trata solo de cortar cabezas o de señalar culpables, pienso que lo urgente es limpiar la cancha, garantizar elecciones transparentes y demostrar que la FEGUIFUT puede ser una institución seria. Porque, si no se logra, seguiremos viendo cómo el deporte rey se convierte en rey de escándalos.
Y es más, la transparencia no se decreta; se practica con hechos, con reglas claras y con sanciones ejemplares.
La pelota debería unir, no dividir. Debería inspirar, no decepcionar. Y si hoy está manchada, no es por culpa de los jugadores ni de la afición, sino de quienes se creen dueños del fútbol. Lo siento, pero alguien tenía que decirlo.
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