11.11.2025 - 04:57h
La educación constituye el cimiento sobre el cual se edifica el porvenir de una nación. Sin embargo, en Guinea Ecuatorial, ese pilar se ve hoy debilitado por una carencia tan básica como decisiva: la ausencia de libros didácticos en los centros de enseñanza secundaria y bachillerato. Este déficit, que se extiende por todo el territorio, ha suscitado legítimas quejas tanto del profesorado como del alumnado, quienes padecen a diario las consecuencias de un sistema que les exige formar y aprender sin las herramientas necesarias.
En numerosos institutos, los docentes se ven forzados a sustituir los textos oficiales por apuntes improvisados, fragmentos descargados de Internet o materiales de dudosa coherencia pedagógica. Los estudiantes, privados de manuales de consulta, dependen exclusivamente de la exposición oral del profesor, lo cual limita su autonomía intelectual y su capacidad de investigación. El aula, concebida como un espacio de diálogo y construcción del saber, se convierte así en un escenario de carencias estructurales.
La ausencia de libros no solo empobrece el aprendizaje, sino que erosiona la calidad de la educación en su conjunto. Los manuales escolares son más que simples instrumentos de transmisión de contenidos: constituyen la guía metodológica que articula el proceso formativo, orienta la evaluación y establece un marco de referencia común. Sin ellos, el sistema educativo se fragmenta y pierde coherencia.
Resulta imprescindible que las autoridades competentes asuman este desafío con la urgencia que merece. Dotar a las escuelas de libros actualizados, promover la producción editorial nacional y garantizar una distribución equitativa no es un gesto accesorio, sino una política estratégica de desarrollo. Sin materiales adecuados, el ideal de una educación moderna y equitativa se diluye en el discurso.
A todo ello, resulta tan paradójico que hace once meses el Primer Ministro descubrió más de cinco mil libros almacenados y ya en deterrioro, cuando hace años faltan en las escuelas. Además se ha destapado casos de venta ambulante e ilegal de esos instrumentos pedagógicos en calles y mercados públicos nacionales. Unas incongruencias que no hacen más que agravar las carencias de un sistema educativo que ya ha recibido el toque de atención del propio gobierno, -los resultados de la Selectividad son el reflejo-.
Invertir en textos escolares es sembrar conocimiento, y donde florece el conocimiento, florece también la nación. Guinea Ecuatorial no puede aspirar a un futuro ilustrado si sus estudiantes continúan aprendiendo entre la escasez y el silencio de los libros ausentes.


