03.12.2025 - 11:58h
Mientras los delegados de la Comunidad Económica de los Estados de África Central (CEEAC) se reúnen esta semana en Malabo para la 60ª sesión del Comité Consultativo, una verdad incómoda debería ocupar el centro de las discusiones: la infancia de nuestra región continúa siendo víctima silenciosa de los conflictos armados. Más allá de las agendas técnicas, los informes y las resoluciones, esta reunión tiene la responsabilidad moral de mirar de frente la tragedia que viven miles de niños en el corazón de África Central.
En países donde la inestabilidad persiste desde la cuenca del Lago Chad hasta las comunidades asoladas por la violencia en la República Centroafricana, la República Democrática del Congo o el noroeste de Camerún la infancia ha sido atrapada entre balas, desplazamientos y desesperanza. Niños y niñas que deberían estar en las aulas se encuentran huyendo, escondiéndose o sobreviviendo en campamentos improvisados. Otros, sometidos a una brutal lógica de guerra, son reclutados a la fuerza, utilizados como combatientes, cargadores o esclavos, condenados a una adultez prematura que les arrebata para siempre el derecho a soñar.
La celebración de esta 60ª reunión en Malabo ofrece una oportunidad histórica. No puede tratarse simplemente de un encuentro protocolar: debe ser un punto de inflexión. La CEEAC tiene ante sí el desafío de reorientar sus prioridades para que la protección de los menores en situaciones de conflicto deje de ser un tema periférico y se convierta en un eje central de la agenda regional.
Se necesita más que declaraciones de intención. Se requieren mecanismos de seguimiento eficaces, financiación estable para la reintegración de niños asociados a grupos armados, refuerzo de la seguridad en centros educativos, y una diplomacia preventiva que actúe antes de que los brotes de violencia se conviertan en crisis humanitarias. La coordinación con la Unión Africana, con Naciones Unidas y con las organizaciones locales debe fortalecerse, pero sobre todo debe acelerarse.
La comunidad internacional también observa lo que ocurre en Malabo. Las conclusiones de esta reunión enviarán un mensaje claro: o África Central decide proteger su futuro encarnado en cada niño que hoy sufre la guerra o seguirá prisionera de ciclos de violencia que ya han costado demasiado.
La infancia no puede esperar a la próxima reunión, ni a la próxima resolución. El compromiso debe ser ahora. Que en Malabo no solo se discutan políticas: que se renueve un pacto moral con quienes no tienen voz en la mesa, pero que deberían ser los primeros beneficiados de cualquier decisión adoptada.
Porque defender a los niños de África Central no es únicamente un deber humanitario: es la garantía de una paz duradera para toda la región. Y el mundo, hoy, espera que Malabo esté a la altura de esa responsabilidad histórica.



04.12.2025 | 20:24h