30.10.2025 - 12:23h
El fútbol en Guinea Ecuatorial atraviesa una crisis silenciosa, pero profundamente preocupante. La Federación Ecuatoguineana de Fútbol (FEGUIFUT) mantiene un hermetismo absoluto sobre la organización de la próxima temporada de la Liga Nacional, y este silencio prolongado comienza a pasar factura a todos los actores del deporte rey; clubes, entrenadores, jugadores y, por supuesto, la afición.
La pasada temporada 2024/2025 comenzó el 23 de noviembre de 2024, una fecha que permitió a los equipos planificar su preparación, estructurar entrenamientos y competir con cierta regularidad.
La continuidad de la competición sirvió para mantener el ritmo competitivo de los jugadores locales y para que algunos destacaran de cara a la selección nacional.
Este año, sin embargo, la incertidumbre ha devorado cualquier planificación. No hay fechas confirmadas, ni acuerdos visibles con los clubes, ni un calendario oficial. Todo es silencio, con rumores que crecen mientras el tiempo corre inexorablemente.
Los jugadores locales son, quizás, los más perjudicados. Para ellos, la falta de partidos oficiales significa perder ritmo, visibilidad y oportunidades de consolidar un lugar en el Nzalang Nacional, justo cuando se aproxima la Copa de África de Naciones. Entrenar sin un objetivo claro desgasta física y psicológicamente; la motivación se erosiona y, peor aún, se corre el riesgo de que los talentos jóvenes busquen oportunidades fuera del país, en ligas más organizadas y competitivas.
Los clubes, por su parte, viven una situación similarmente alarmante. La planificación estratégica de la temporada se ha visto truncada; la preparación física, táctica y logística de los equipos queda supeditada a un calendario que parece no existir.
Algunos clubes han decidido iniciar la pretemporada de manera autónoma, pero entrenar “a ciegas” no reemplaza la estabilidad que proporciona una liga estructurada.
Además, la paralización amenaza la sostenibilidad económica de los clubes, que dependen de los ingresos de partidos, patrocinadores y actividades comerciales asociadas a la competición.
Más allá de lo deportivo, lo que está en juego es la credibilidad institucional de la FEGUIFUT.
El silencio prolongado genera desconfianza y erosiona la autoridad de la federación.
Cuando los actores principales de un deporte no reciben información clara, las decisiones se toman de manera improvisada, los entrenadores pierden margen de maniobra y los jugadores sienten que su esfuerzo carece de reconocimiento.
La federación, en teoría, debería ser garante de la organización y del desarrollo del fútbol; hoy, paradójicamente, parece más un obstáculo que un facilitador.
La afición, que una temporada atrás llenaba estadios y celebraba goles con entusiasmo, ahora observa impotente.
La pasión que debería alimentar las gradas se enfría ante la incertidumbre. Los seguidores se convierten en espectadores de una paralización que no es deportiva, sino administrativa.
La pelota no rueda, y con ella, los sueños y aspiraciones de quienes han dedicado años a formarse en el fútbol nacional.
Si algo queda claro en este panorama es que el talento y la disciplina de los futbolistas ecuatoguineanos están a la altura, pero la estructura que los respalde sigue siendo insuficiente.
El retraso en iniciar la liga no es solo un inconveniente logístico; es un freno al desarrollo del deporte, una amenaza a la motivación de los jugadores y un riesgo para el futuro competitivo del país.
Mientras la FEGUIFUT permanezca en silencio, la pelota seguirá sin rodar, y con ella, los sueños de una generación que podría brillar en el continente. Cada día que pasa sin definición es un día perdido para el fútbol nacional, y cada día que los clubes improvisan su preparación es un recordatorio de que la gestión federativa necesita con urgencia liderazgo, planificación y comunicación.
En definitiva, Guinea Ecuatorial tiene talento y potencial, pero mientras la federación no actúe, la crisis del fútbol local seguirá siendo una sombra que amenaza apagar la ilusión de todos.


