Aunque los efectos perjudiciales del tabaquismo en los tejidos blandos y órganos, como el aumento del riesgo de cáncer de pulmón, vejiga y garganta, así como de accidentes cerebrovasculares y enfermedades coronarias, están bien documentados, el impacto en los huesos ha sido menos estudiado. Aún así, el tabaquismo se ha relacionado con problemas óseos, como la disminución de la densidad ósea, el aumento del riesgo de fracturas y la periodontitis.
Cierto es que, fumar mata, y este texto es visible hasta en el mismo paquete del tabaco, sin embargo, durante mucho tiempo se pensaba que el consumo del tabaco no producía ningún efecto negativo en el cuerpo, pero cientos de estudios arrojan luz verde al respecto.
Un estudio realizado por los arqueólogos de la Universidad de Leicester, han demostrado que los efectos negativos perduran en el cuerpo humano hasta después de haber muerto. Este estudio fue publicado a principios de mes en la revista científica Science Adverces, se han centrado en comprender cómo el tabaco afectó la salud de las poblaciones anteriores, y por ello Sarah Inskip investigadora del proyecto explica.
“Nuestra investigación muestra que existen diferencias significativas en las características moleculares contenidas en los huesos de los consumidores y no consumidores de tabaco en el pasado. Esto potencialmente muestra que podemos ver el impacto que el consumo de tabaco tiene en la estructura de nuestro esqueleto. Nuestra investigación en curso tiene como objetivo determinar cómo surgen estas diferencias, ya que pueden tener importancia para comprender por qué el consumo de tabaco es un factor de riesgo para algunos trastornos musculoesqueléticos y dentales”.
Se detalla en una investigación arqueológica, el tabaco deja marcas en los huesos de los fumadores que persisten no solo a lo largo de su vida, sino durante siglos después de su fallecimiento, Para ello, se analizaron los restos de 177 individuos adultos del cementerio de St James’s Garden en Euston de Londres, que datan de los siglos XVIII y XIX; así como los de otros 146 individuos de un cementerio de una iglesia rural en Barton-upon-Humber en Lincolnshire, que vivieron antes de la introducción del tabaco en Europa (1150-1500 d.C.) y también después (1500-1855 d.C.).
Tras haber observado las diferencias existentes entre los huesos faciales entre consumidores de tabaco y los no consumidores de tabaco, los científicos esperan llegar a conclusiones diferenciales de las condiciones patológicas y de salud, incluidas las enfermedades asociadas al consumo del tabaco. El tabaco deja marcas en los huesos de los fumadores que duran no sólo a lo largo de su vida, si no también durante siglos después de su fallecimiento, así apunta esa investigación arqueológica.