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El patriarca, objeto de la ira de los residentes armenios, se justifica diciendo que «fue engañado» por un colaborador

El conflicto por el estatus de Jerusalén, la ciudad santa de las tres grandes religiones monoteístas, afronta un nuevo capítulo tras conocerse que un magnate judío australiano ha comprado el 25 por ciento del Barrio Armenio de la Ciudad Vieja, en una oscura operación llevada a cabo con el Patriarcado de esa iglesia oriental.

El contrato, un arrendamiento a 99 años vista con derecho a compra, convertiría viviendas y edificios antiguos propiedad de la Iglesia armenia en un supuesto complejo hotelero y comercial, pero ha puesto en pie de guerra a los residentes armenios de Jerusalén. Muchos temen ser desalojados de sus casas, y ven cercano el final de su presencia en la Ciudad Santa después de diecisiete siglos. Los armenios viven en Jerusalén desde el siglo IV, y tienen también a gala haber sido los primeros en declarar el cristianismo como religión oficial. En el siglo VI se separaron de Roma para fundar su propia iglesia de rito oriental.

No han trascendido detalles del acuerdo, pero la ira de los 2.000 residentes armenios de la Ciudad Vieja de Jerusalén se vierte a diario contra el patriarca, Nourhan Manougian, quien a su vez se justifica afirmando que fue «engañado» por el clérigo responsable del patrimonio. Este huyó hace días a Estados Unidos, escoltado hasta el aeropuerto por la Policía israelí, y se limita a decir que quieren convertirlo en chivo expiatorio. El Gobierno israelí calla.

Ante las protestas que se producen a diario frente a la residencia de Manougian –recluido en sus dependencias en un convento–, y la reacción también colérica de la Autoridad Nacional Palestina, Jordania yArmenia, el Patriarcado ha comunicado que negocia la revocación del acuerdo con el empresario judío.

No obstante, los medios recuerdan que en un caso similar, realizado en el vecino Barrio Cristiano de Jerusalén, la Iglesia Ortodoxa Griega perdió el año pasado un contencioso que duró dos décadas. Poco después de la sentencia, residentes judíos se instalaron en parte de los dos hoteles comprados a los ortodoxos griegos.

En el caso del Barrio Armenio, la operación es aún más ventajosa para los ultranacionalistas hebreos porque se encuentra junto al Barrio Judío de Jerusalén y permitiría que este crezca, si finalmente se demuestra que el multimillonario australiano judío es en realidad un testaferro.

La ampliación del Barrio Judío en el corazón de Jerusalén tiene, en estos momentos, una carga explosiva mayor que los polémicos asentamientos de colonos judíos en los Territorios Ocupados a los palestinos. No solo afecta a la viabilidad territorial del futuro Estado palestino –cada vez más pequeño y parcheado– sino a una cuestión esencial en el enquistado ‘proceso de paz de Oriente Próximo’: la capitalidad del nuevo país árabe. Los palestinos y el grueso de la comunidad internacional respaldan que la capital sea también Jerusalén –una realidad que ya vive de hecho el depauperado sector este de la ciudad–, y cuentan como argumento de peso con la existencia de tres de los barrios históricos de la Ciudad Vieja, el musulmán, el cristiano y el armenio.

A la lógica preocupación de la ANP se suma la del gobierno de Armenia, que ha puesto a trabajar a un equipo de abogados para revertir el acuerdo y proteger el patrimonio histórico y religioso que tiene en Tierra Santa.