Burkina Faso fue en 2022 el país del mundo con más muertes provocadas por el terrorismo, mientras su cifra aumenta de manera dramática lo que llevamos de 2023
Un silencio de radio abarca la grave situación que sufre Burkina Faso. Por un lado, la expulsión de la misión de Naciones Unidas de Mali copa los titulares de la prensa internacional, debido tanto a la preocupación que despierta lo que esto significará en la lucha antiterrorista del Sahel como a la posible influencia de Rusia en esta decisión. Por el otro, y de una manera incomprensible, apenas se publican noticias sobre la realidad a la que se enfrenta Burkina Faso, nación vecina y sumida en una situación de guerra civil que amenaza con descontrolarse de manera definitiva.
A lo largo de este mes de junio, hasta 268 personas han muerto como consecuencia de la violencia generada por este enfrentamiento. La cifra incluiría a los yihadistas (69), a las fuerzas de seguridad burkinesas (144) y a las víctimas civiles (55). Asimismo, se calcula que la guerra en Burkina Faso ha acabado con la vida de 4.210 personas durante los primeros seis meses de 2023, una cifra superior a la de Nigeria (3.801 muertes) y muy por encima de los datos recogidos en Mali (1.576 muertes). El actual jefe de Estado burkinés, el capitán de artillería Ibrahim Traoré, declaró a comienzos de año la “guerra total” contra el yihadismo, apostando además por expulsar al ejército francés del país para que fuera el propio ejército burkinés el encargado de obtener la ansiada victoria.
El resultado de la estrategia del capitán roza por estas fechas la catástrofe. No sólo doblan en lo que llevamos de mes las muertes de las fuerzas de seguridad frente a los yihadistas neutralizados, sino que los ataques de estos últimos se aproximan peligrosamente a la capital del país, Uagadugú. Mientras apenas se ha registrado un solo enfrentamiento en el norte del país (zona controlada de facto por los terroristas), hasta cinco ataques ocurrieron a una distancia aproximada de 100 kilómetros al norte de Uagadugú.
La estrategia de los yihadistas puede comprobarse con un vistazo al mapa: sus ataques se concentran al norte (localidades de Kourao, Noaka, Kiripalogo, etc.), noroeste (Hargo, Boron, etc.), sudeste (Satiri y Sara) y sudoeste (Tanwalbougou, Kompiengade, Partiaga, etc.) de la capital. La maniobra de pinzamiento para rodear Uagadugú queda así clara pese a la “campaña de reconquista” que anuncia Ibrahim Traoré a bombo y platillo.
El trato de la población peul, crítico
Un factor decisivo en el conflicto proviene del trato que recibe la población de la etnia peul por parte del Estado. Se ha comprobado que una mayoría de los hombres integrados en las filas yihadistas pertenecen a la comunidad peul, lo cual ha devenido en una campaña de acoso por parte de las fuerzas de seguridad y que no hace sino aumentar los incentivos de los peul a la hora de tomar las armas contra el Estado burkinés.
Un defensor de los derechos humanos burkinés cuyo nombre permanecerá en el anonimato explica a LA RAZÓN que “hoy, cuando tomas a los fulani étnicos, la mayoría de ellos encuentran difícil moverse libremente. Es muy chocante pero les matan, las VDP (Voluntarios por la Defensa de la Patria) les matan porque todos los peul están hoy señalados como terroristas. Cuando eres fulani sabes que tienes un problema. Tienen miedo de salir”.
Ibrahim Traoré ha acusado en repetidas ocasiones a los peul de ser los desencadenantes de la violencia, mientras representantes de la etnia han criticado duramente el trato diferencial que recibe la población peul en los controles militares. Los sentimientos de recelo se multiplican a cada injusticia, a cada muerte que mancha la tierra, de manera que el número de efectivos yihadistas, lejos de decrecer gracias a la ofensiva del ejército en el norte del país, aumentan de la mano de la venganza a cada día que pasa. Ejecuciones sumarias y masacres promovidas por las fuerzas de seguridad se barajan con las expediciones de castigo de los terroristas, hasta convertir Burkina Faso en la nación del mundo con más muertes provocadas por el terrorismo.
La falta de interés de la comunidad internacional por los sucesos de Burkina Faso sólo puede despertar preocupación. La consecuencia inmediata de la expansión del yihadismo en la nación africana ha derivado en un número de ataques cada vez mayor en los vecinos Togo y Benín, mientras puede esperarse un efecto dominó que afectará a un puñado de países de la región, entre los que se incluirían también Ghana y Costa de Marfil, si Burkina cayese en manos de los yihadistas.