Tanto en la hemeroteca como en los medios de comunicación, la imagen del continente africano que sobresale es la de un lugar, repleto de Estados fallidos, asolados por la pobreza extrema y endémica, golpeados diariamente por guerras tremendas y otras calamidades de toda clase. Con razón o sin ella, la opinión pública se ha aferrado de manera tajante a esta imagen, condenando de antemano cualquier obra o cualquier posibilidad de éxito que emana del continente. La Unión Africana no podía ser menos.
En este artículo, hemos querido investigar por saber si fuera mínimamente posible sumar, como en la Unión Africana, países con incapacidad o pobreza relativa y màs países pobres con el fin de dar con un exitoso nuevo regionalismo o regionalismo comunitario, así como la necesidad de un liderazgo de la organización en resolver las problemáticas que golpean al continente negro constantemente. Resolver los problemas y empoderar África, es cosa de africanos; y en esto coinciden todos los dirigentes y nativos del viejo continente; ¿pero para cuándo se espera?, ¿es la Unión Africana la organización que debería asumir dicho liderazgo?…..
En este artículo, nos proponemos analizar la integración africana en la Unión Africana en relación con, por un lado su propósito de unión económica y política y, por otro, su membresía en la mayoría constituida de Estados fallidos o frágiles; ello explicando su reciente estancamiento e infiriendo posibles mejoras para su eventual viabilidad.
La organización de integracion tiene una dimensión técnica transcendental, no siempre funciona naturalmente la economía de escala o solidaridad inherente que se le presta. Cuanto más las pésimas soberanías o capacidades del Estado en un conjunto regional, más la ineficiencia e ineficacia de la solidaridad supranacional de cara a la integración regional o comunitaria, conllevan a plantearse interrogantes sobre si existe una problemática de inoperatividad o simplemente una falta de liderazgo en la Unión Africana para emerger conjuntamente el continente.
En la cumbre del 2018, con el Presidente de Ruanda Paul Kagamel al frente, la organización llegó a Etiopía, lugar donde se desarrolló la reunión anual, con una propuesta de reformas, que incluía la búsqueda del autosustento de la organización y de medidas para aliviar los conflictos en el continente negro, pero a día de hoy, poco se materializado de los acuerdos que se adoptaron en estas reuniones. El continente sigue sumiso en la pobreza y la situación humanitaria no hace más que agravarse ante el contemplamiento de los discursos, promesas y pocas acciones que pueden a coadyuvar a paliar esta problemática que a día de hoy, es un gran agujero negro para la organización.
Uno de los principales cuestionamientos a la Unión Africana es el método de financiamiento del organismo. Actualmente, el organismo funciona principalmente por el efectivo de los donantes extranjeros, que representan casi el 73% de su presupuesto, excluidas las operaciones de mantenimiento de la paz.
Kagame es partidario de una resolución aprobada en 2016 para fijar un impuesto del 0,2% sobre las importaciones de cada país para financiar la UA, que representaría un total de 1.200 millones de dólares.
Sin embargo, esa medida es resistida por las cinco economías más grandes del continente, con Egipto, Sudáfrica y Nigeria a la cabeza, dado que sus contribuciones significarían el 48% del presupuesto de la UA.
Nadie está más capacitado para luchar por cambiar las cosas que uno mismo, aunque en algunos casos necesite ayuda exterior. Esta idea es extrapolable al ámbito geopolítico, de manera que no cabe discusión posible acerca de que sean los propios africanos quienes deben comprometerse con su seguridad. Y esto sin menoscabo de que gran parte del presupuesto de la Unión Africana, la organización regional más importante, sea financiado por Europa o que algunas misiones internacionales en ese continente —como UNAMID en Darfur— se desarrollen de la mano de Naciones Unidas.
Aparte de ocuparse del desarrollo económico del continente, la principal labor de la Unión Africana sigue siendo asegurar la paz y la seguridad en el continente. En este aspecto, los resultados en los últimos veinte años han sido, en el mejor de los casos, muy dispares.
Los primeros acuerdos de paz, alcanzados gracias a las iniciativas de mediación de la Unión Africana y al despliegue de tropas para establecer la paz y detener conflictos, se recibieron con optimismo. Fue el caso de Burundi en 2003, por ejemplo, donde se desplegó la primera misión. Y gracias a grandes esfuerzos para mantener la paz y al despliegue de tropas de las Naciones Unidas en República Democrática del Congo, se puso fin a una guerra devastadora que implicó al menos a seis países vecinos.
El proyecto más importante de la Unión Africana —y que más tiempo ha durado— en lo que respecta al envío de tropas y ayuda se inició en Somalia en 2007, bajo el nombre de Misión Africana en Somalia (AMISOM por sus siglas en inglés), y su labor de estabilizar completamente el país y liberarlo del violento grupo extremista Al Shabaab sigue en marcha. Pero en la mayoría de casos, la falta de fondos y recursos ha obligado a la Unión Africana a traspasar estas misiones a las Naciones Unidas.
El fantasma del terrorismo y el extremismo violento ha acechado al continente durante mucho tiempo, desde el primer ataque terrorista en Nairobi, a finales de la década de 1990. Desde entonces se ha propagado como un fuego descontrolado que está arrasando grandes regiones de Sahel, la Cuenca del Lago Chad y Somalia, como ya se ha dicho, y ahora también en el norte de Mozambique en África Meridional.
En las recientes cumbres desarrolladas en la ciudad de Addis Abeba, Etiopía, se ha vuelto a notar la unanimidad en los discursos de que África debe empezar a valerse por sí misma, aun sin quitarle el ojo al proceso de la globalización. Aunque durante el transcurso de esas reuniones, entrevistamos en exclusiva al ministro de exteriores ecuatoguineano, Simeón Oyono Esono Angue, quién volvió a destacar, entre otras cosas, la problemática del sistema de financiación de la organización y las pocas expectativas que engloba esa realidad. La Unión Africana debe asumir el liderazgo que le asiste.