Los jóvenes pasaron de cazar pájaros y jugar al fútbol en el pueblo a preferir el internet y las ciudades.
Las vacaciones de los jóvenes en Guinea Ecuatorial han experimentado una transformación radical en la última década. Mientras que entre 2010 y 2015 predominaban las actividades rurales como cazar pájaros, pescar y jugar al fútbol en el pueblo, desde 2020, o incluso antes, la tendencia se ha inclinado hacia el entretenimiento digital y la vida urbana. Testimonios de diferentes generaciones revelan cómo ha cambiado la forma de disfrutar del tiempo libre.
En aquella época, ir al pueblo significaba vivir experiencias comunitarias y estar en contacto con la naturaleza. Testimonios como el de Leovigildo Nvó Beseer reflejan la esencia de aquellas vacaciones: “En mi pueblo, Mbuibuiñ, iba a la finca por obligación, pero lo que amaba era jugar al fútbol y comer cañas con mis amigos”. La conexión con la tierra era innegable. Otros jóvenes, como Leonardo Briones Garriga y Anacleto Solsona, recuerdan con nostalgia técnicas de caza como la tira goma (hondas caseras) o trampas con biscu, un pegamento natural extraído del árbol ili.
Las actividades eran grupales: pesca en ríos, captura de gallinas salvajes (ngäñä djïgä, cómo lo llaman en fadambo, lengua annobonesa) con trampas, e incluso improvisados banquetes con lo cazado. “Si atrapábamos una gallina, la cocinábamos entre todos”, relata Briones. Los días terminaban con baños en riachuelos y partidos de fútbol antes del anochecer.
Hoy, muchos jóvenes prefieren quedarse en ciudades como Malabo o Bata, donde el acceso a internet y las redes sociales dominan su ocio. Gervasio Nzang Ebang Okomo ejemplifica este cambio: “Ahora aprovecho las vacaciones para estudiar inglés en Duolingo”. La conexión global ha desplazado a las tradiciones, aunque algunos aún visitan sus pueblos; sin embargo, ya no lo hacen con la misma frecuencia ni el mismo entusiasmo.
Es evidente que antes, la diversión era colectiva y al aire libre; ahora, es individual y virtual. Sin embargo, persisten quienes valoran ambas realidades, combinando tecnología con raíces culturales. La pregunta queda en el aire: ¿volverán los jóvenes a la finca, o las vacaciones tradicionales son solo un recuerdo?.
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