Los ecuatoguineanos se sienten cada día más ‘ahorcados’ económicamente. El dinero no alcanza, la actividad económica está estancada y para los empresarios es difícil sostener sus negocios ante la falta de demanda y liquidez. Ese panorama desalentador complica la situación de los jóvenes recién salidos de las escuelas profesionales nacionales y universidades (la única nacional y las del exterior), quienes esperan encontrar oportunidades que a diario se han prometido, pero que por motivos desconocidos, no se han podido materializarse. La última oferta de cuatro mil funcionarios sirvió de cierto alivio, al tiempo que dejó en evidencia las sangradas cotas de desempleo juvenil que hay en el país. A éstas oposiciones se presentaron más de veinte mil jóvenes.
La escasez de oportunidades laborales para los jóvenes, no sólo representa un obstáculo para su crecimiento personal y profesional, sino que también plantean serias implicaciones sociales y económicas para el país en su conjunto. Ante la falta de estadísticas reales sobre el paro en los jóvenes (el ministerio de Trabajo no dispone de esos datos), tal vez por eso resulta una obviedad esa aguda preocupación. El referido ministerio incluyó hace unas semanas en su consejo directivo temas como el plan para el desempleo juvenil y el fomento de empleo en el país, pero nunca explicaron a los medios y al público cómo pretenden poner en marcha esas necesidades sociales.
Es preocupante también que aquellos que se rinden en la búsqueda de empleo terminen endeudandose para emigrar en un viaje arriesgado a los Estados Unidos. Se ha conocido casos de ecuatoguineanos que han viajado a países latinoamericanos para quedarse en manos de las mafias que operan en la frontera de México-Estados Unidos. Eso también se produce en una fuga de talentos. Es crucial que el Gobierno trabaje en estrecha colaboración con el sector privado y otras partes interesadas para identificar y abordar las barreras que impiden el acceso de los jóvenes al empleo.