Tras la derrota del régimen de Bashar al-Assad en Siria tras 53 años de gobierno por los rebeldes sirios el pasado fin de semana, poniendo fin a más de cinco décadas de dominio, informes indican que el derrocado mandatario huyó el domingo a Rusia, donde fue recibido por su homólogo Vladímir Putin, quien le concedió asilo personalmente.
En medio de la liberación de las ciudades sirias, los ciudadanos asaltaron las cárceles en busca de sus seres queridos desaparecidos o para liberar a los detenidos. Uno de los focos principales fue la prisión de Saidnaya, conocida como el ‘matadero humano’, por las atrocidades cometidas durante el régimen de Bashar al-Assad, incluyendo detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos.
Desde Amnistía Internacional se estima que hasta 13.000 personas fueron ahorcadas en la prisión de Saidnaya entre 2011 y 2015, mientras que otros miles fueron ejecutadas en ahorcamientos masivos realizados en secreto durante la noche. La liberación de la prisión ha sido un proceso intenso, con personas rompiendo puertas y celdas en la desesperada búsqueda de información sobre sus familiares desaparecidos.
A pesar de rumores sobre la existencia de celdas subterráneas donde se mantenían prisioneros, la Defensa Civil Siria, o ‘Cascos Blancos’, han confirmado que no se han encontrado zonas ocultas en la prisión de Saidnaya. La preocupación persiste entre las familias de los desaparecidos, pero la Asociación de Detenidos y Desaparecidos en la Prisión de Saidnaya ha desmentido la existencia de celdas subterráneas en la instalación.
Mientras tanto, el macabro descubrimiento del cadáver del activista Mazen al-Hamada en la morgue del hospital de Harasta ha generado conmoción. Imágenes y vídeos muestran varios cuerpos envueltos en sudarios blancos, con signos de heridas y contusiones, indicando la brutalidad sufrida por aquellos que fueron víctimas del régimen de Bashar al-Assad.